Jodie Comer, instinto de mujer (2024)

Al llegar pronto para mi entrevista con Jodie Comer (Liverpool, 1993), busco nuestro punto de encuentro: una peque a cafetería en el bullicio de Hampstead Village, cerca de su casa en Londres. Lamentablemente, está cerrada –o eso me dicen–. Minutos después, la actriz se acerca con una gran sonrisa y abrazos de oso. Le estoy diciendo que necesitamos otro local cuando la camarera asoma la cabeza de nuevo. No te preocupes, podemos conseguirle un café, dice alegre. Comer se retuerce, deseosa de no llamar la atención. "Tomaré un capuchino". Ser famosa tiene sus beneficios...

Cafeína en mano, ascendemos por el Heath y nos instalamos en la cima de la colina. A sus 31 años, contrasta con los muchos actores famosos y estrellas del pop con los que he conversado en los últimos 15 años. No acaricia un té de hierbas en el vestíbulo de un hotel boujie y se expresa con típicos anodinos. Toma leche de vaca en un café para llevar en el banco de un parque, mientras se disculpa por hacer el tonto y más tarde dice: "Como actriz, nunca quieres sonar demasiado pretenciosa", todo ello con su acento escocés aún en pleno y glorioso apogeo.

Podría sonar predecible: la celebridad que finge ser “igual que nosotros”. Pero, sentada aquí, charlando con ella sobre las alegrías de la feminidad y los días libres con asados dominicales, me siento como en una puesta al día atrasada con una vieja amiga, incluso con la incómoda luz roja de mi grabadora de audio brillando entre nosotras.

Acaba de regresar a casa tras pasar unas noches en Nueva York para nuestro shooting de portada, habiendo tachado una entrada de su lista de deseos al trabajar con la fotógrafa Cass Bird. Pero me asegura que no la perdereán en Inglaterra a corto plazo. "A medida que me hago mayor, más quiero mantener el vínculo con mi hogar, afirma".

Hoy ha llegado con botas, jeans, un abrigo azul marino y un bolso deportivo. Oh, es para el perro, está lleno de golosinas de pollo, dice. De hecho, salvo por el rostro radiante y simétrico de una supermodelo, podría ser cualquier otra persona del norte de Londres que sale a pasear a su mascota.

No es la primera vez que me encuentro con Comer en Hampstead. Hace dos veranos, recién salida de un chapuzón en los estanques con el bañador empapado, me dirigía tomar un vino con ella. Mientras pedía, la vi en la barra, sumida en una conversación con un hombre. Nos habíamos conocido durante su primera sesión de fotos para la portada de ELLE, allá por 2019, pero no el tiempo suficiente como para molestarla. Cuando volví a la cervecería a al aire libre, se acercó con un "Hola, soy yo, Jodie...". Estaba tomando una copa con su padre y quería venir a saludarme. Fue entonces cuando me sorprendí por primera vez lo inmediatamente simpática –y ajena a Hollywood– que es.

Y, sin embargo, es toda una estrella de cine, con grandes éxitos, galardones y un montón de premios. Desde su papel revelación como la carismática psicópata Villanelle en Killing Eve, de Phoebe Waller-Bridge, que le valió un Bafta y un Emmy, han llegado El último duelo, de Ridley Scott, la comedia Free Guy con Ryan Reynolds, el drama de Jack Thorne Covid Help y luego, el añoo pasado, en lo que quizá fue su mayor reto hasta la fecha, la obra teatral Prima Facie ,de Suzie Miller, que le valió un premio Olivier y un Tony.

Desde nuestro lugar con vistas a la metrópolis de Londres, no puedo evitar pensar que estoy sentada con alguien que se encuentra en la cumbre del mundo en más de un sentido.

Este verano, estrenó de The Bikeriders, un film de motoristas ambientado en el Chicago de los 60, protagonizado también por Austin Butler y Tom Hardy y dirigida por Jeff Nichols (de Mud y Take Shelter). Repleta de escenas de persecución, reyertas y triángulos amorosos, toca todas las notas de una gran superproducción estadounidense. Pero fue la profundidad de sus personajes lo que la ha convertido en un taquillazo. Comer interpreta a Kathy, la narradora de la película, que se ve arrastrada a la peligrosa banda de moteros tras enamorarse del personaje de Butler, Benny.

Gran parte del rodaje tuvo lugar en Cincinnati, Ohio, donde tuvo que aprender a conducir por las autopistas americanas. Me dije: “Tienes que subirte a un coche, ponerte los pantalones de niña grande y hacerlo”. También aprendí a fumar para el papel; ver a alguien fingiendo ciertas cosas en la pantalla le molesta: "Una es cuando no fuman de verdad, y la otra, cuando no se toman la comida", explica. En el vuelo de vuelta de Nueva York, observó a alguien en el asiento de delante viendo a Sydney Sweeney y Glen Powell en la comedia Cualquiera menos tú. "Había una escena en la que estaban comiendo una tostada y la mordían por la parte de la corteza. Yo pensaba: “Nadie hace eso, joder!”. Con el tabaco, puedes saber si no han inhalado. Kathy desayunaba cigarrillos literalmente, así  que tenía que hacerlo bien".

Trabajar con Nichols en el proyecto fue un gran atractivo; nos cuenta que hace poco encontró un antiguo tablón lleno de fotos de sus películas. La pareja estrechó lazos, y cuando más tarde envió un correo al director para que me dé su opinión sobre ella, se deshace en elogios: "Jodie tiene mucho encanto en el plató, y es una gran trabajadora que aparece preparada y concentrada, pero se ríe enseguida. Será una de las actrices más célebres del mundo. Nos esperan décadas de increíbles interpretaciones. Apostaría mi carrera por ella".

A diferencia de muchos compañeros de profesión, construyó su trayectoria sin contactos en la industria ni escuela de arte dramático. Creció con sus padres: Jimmy, masajista deportivo del Everton FC, y Donna, que trabajaba para Merseyrail, y su hermano menor, Charlie. "De niña, tenía mucha confianza en mí misma, y siento que mis padres la fomentaban", afirma. Eso (y, probablemente, cierto talento natural) hizo que una profesora de teatro de su colegio femenino, St. Julie’s, le sugiriera que hiciese audiciones cuando tenía 11 años. A partir de ahí, le siguieron pequeños papeles en Holby City, Doctors, Testigo mudo, Casualty y My Mad Fat Diary. "Mis padres no pertenecen a este mundo, no me empujaron a él. Fue algo que les propuse, les dije: “Interpretar me hace muy feliz”. Siempre ha alimentado mi alma de una forma que ninguna otra cosa lo ha hecho".

En 2018, cuando tenía 25 años, se hizo cargo de Villanelle y descubrió la enorme realización de un trabajo con carga política. Fui bendecida con Killing Eve. "Interpretar a alguien tan polifacético y complejo me abrió las puertas".

Le comento lo poco que parece afectarle ser una celebridad. "Seguramente sea una chorrada, aunque no creo que cambie a la gente. Es sólo una gran lupa que casi alimenta a un monstruo", dice. "Me encanta actuar. He tenido experiencias increíbles. Y, sí, estas oportunidades son enormes y brillantes, pero están tan lejos de la vida que vivo. Ir a eventos porque sí y perder mi anonimato... Realmente no disfruto con eso. De hecho, me produce una ansiedad horrible".

Cuida su privacidad. "No creo que se deba subestimar lo lejos que la gente puede llegar a invadir ese espacio". Lo demuestra más tarde, cuando pregunto a su equipo por el nombre de su perro para incluirlo en la pieza y me dicen que es un límite. Por eso su presencia en las redes está más llena de actualizaciones profesionales que de su vida personal. "Es importante como actriz que la gente conecte con mi trabajo y no: “Oh, sabías que ayer tomé huevos para desayunar?”.

Pero, sobre todo, su familia y sus amigos se lo decían si se sentía demasiado afectada por algo. La mayoría de mis amigos son del colegio, dice, desgranando nombres (la heptatleta Katarina Johnson-Thompson, entre ellos) y donde residen todos ahora, lamentando no poder verlos más. "Mis raíces son las personas de mi vida. No tengo muchos yes men a mi alrededor, lo cual agradezco. Proteger esas relaciones es cada vez más importante para mí. De eso me di cuenta cuando terminé en Broadway. Me dije: “Necesito volver a casa, ser una mejor hermana y amiga. Necesito ser una hija más presente”. Es fácil, cuando amas lo que haces, perderte en ello". También son los primeros en llamarla la atención. Si su acento empieza a desaparecer. Cuando regreso, a la gente le gusta decir: "Tu acento ha cambiado, por qué hablas así?", dice Comer riendo y sonando aún más escocesa.

Pero, protagonizar Prima Facie, una desgarradora obra unipersonal, sí cree que la transformó para siempre. Esta historia sobre una abogada convertida en superviviente de una violación, le valió un premio Olivier y un Tony. Una noche, terminando la representación, cuenta que miró fijamente a una mujer mayor del público y le dijo las líneas. "En lugar de sostenerle la mirada, apartó la vista. Recuerdo que bajó del escenario muy disgustada. Me sentía culpable. Como si se lo hubiera dicho a ella y no pudiera soportarlo. Pasaron unas semanas y, de camino a un pase nocturno, cogió la primera carta de un montón de ellas para llevársela al camerino. Era de aquella mujer. Confiesa que nunca olvidar a todas las que conoció  durante el espectáculo, muchas de las cuales sobrevivieron a sucesos similares.

Meses atrás, el Tribunal de Apelación del Estado de Nueva York anuló la condena por delito sexual dictada contra Harvey Weinstein en 2020. "Es difícil no sentir que los derechos de las mujeres están retrocediendo en todas partes, que el progreso del #MeToo se est  deshaciendo. Es deprimente". ¿Tiene esperanza? A pesar de los contratiempos, afirma que es crucial que las mujeres sigan hablando y compartiendo sus experiencias. "A través de la gente que he conocido a raíz de la obra, observar pequeños cambios en esas personas después de poder hablar con su círculo sobre lo que han pasado es enorme. Esas lucecitas que se encienden en distintossitios acaban provocando una transformación. Pero es duro cuando llegan pocas noticias positivas".

Durante el tiempo que pasamos juntas, abordamos una serie de temas relacionados con la mujer, desde los derechos reproductivos ("Si fueran los hombres los que tuvieran que abortar, nunca podría imaginar que nosotras estuviéramos tan preocupadas por tener una opinión o dictar lo que deben hacer") hasta cómo interpretar el papel protagonista en El final del que partimos, una película sobre el viaje de una mujer hacia la maternidad durante una crisis medioambiental, que le ayudó a aceptar esta faceta. "Siempre había tenido esta narrativa de no sentirme maternal. Quizá se debiera a que tenía veintitantos, pero quería saber por qué me había estado diciendo eso durante años. Ciertos aspectos están ahí, aunque no han tenido la ocasión de florecer".

Actuar es para Comer una forma de búsqueda del alma y de autodescubrimiento. Mientras charlamos, queda claro que ama a las mujeres, y esto se refleja en los proyectos que elige. "En los últimos dos años, he conocido a muchas que se han convertido en parte integral de mi vida. Creo que se trata de rodearse de gente que pueda ver en ti algo que tú no ves . Confiesa que, tras experimentar una solidaridad con la comunidad femenina a través de Prima Facie, volver al plató como la única mujer en The Bikeriders fue complicado. "Entré y todos eran hombres, pude sentir cómo me encogía, pero no por nada de lo que estaba pasando allí. Era alucinante presenciar cómo lo hacía yo misma. Tuve unas palabras conmigo".

Comer dice que esto es algo en lo que está trabajando: defenderse así misma y aprender lo que significa tener un sano sentido del ego. "Es importante no ir por la vida autodespreciándose. Puedes sentirte afortunada de estar ahí, pero también debes mostrarte de una maldita vez. Sé dueña de tu espacio, hónrate a ti misma. No huyas de ello."

La obra le ayudó especialmente: "No importan tanto los elogios, sino el hecho de averiguar quién soy como mujer, mis deseos y lo que quiero en el futuro", dice. También la empujó a deshacerse de algunas inseguridades sobre su aspecto. "Al crecer, tenía una relación poco sana con mi cuerpo, siempre he tenido tendencia a ocultarlo", confiesa. "Pasé por periodos en los que me consumía lo que la gente pensara de mí –ahora me pasa menos, porque estoy mucho más centrada en mí–. "La función fue un gran catalizador de esa confianza. Fue la primera vez que respeté de verdad mi cuerpo, me tomé  el tiempo necesario para cuidarlo y nutrirlo. Estaba muy agradecida por lo que me permitía hacer".

En 2025 la veremos en la tercera película de la franquicia 28 días después, con la que dice evitar las expectativas. Me llama la atención su profunda calma, es como si lo tuviera todo controlado. Es posible que esto cambie –con papeles más importantes, mayor fama– pero, por ahora, ha encontrado un feliz equilibrio entre la celebridad y la normalidad.

Más tarde ese día, recibo un mensaje suyo. Me comparte una cita de Anna Mary Howitt sobre la solidaridad entre mujeres de un libro de Jennifer Higgie que cree que me gustar .

Me gusta, tanto que remato esta historia con ella: "¡Qué esquemas de vida no se han elaborado mientras hemos estado juntas! Como si este, nuestro encuentro aquí, fuera a ser el germen de una hermosa hermandad en el arte, con la que todas hemos soñado mucho tiempo y por cuya asociación podríamos ser capaces de hacer cosas nobles."